Gerardo Diego
Manzanares, río humilde,
río devoto y descalzo,
que brindas y hurtas espejos
al sesgo de camposantos;
mientras Madrid alza torres
sobre torres con escándalo
de jardines y vistillas
y cornisas de palacios,
tú permaneces huyendo
y en fidelidad de canto
te sucedes a ti mismo
como el Fénix del teatro.
Tú aguantas puentes de piedra,
pasarelas de milagro,
playas de engaño amarillo,
piscinas de verdes lampos,
y si te olvidan carrozas
o te desdeñan caballos,
te consuelas exprimiendo
tus sueños canalizados.
Manzanares del Manzoni,
del 5 ó del 3 de mayo
-derrumbos de la Moncloa,
pradillo de los ahorcados-,
si mis paso leales
no desagravian tu llanto
cuando me ves tantas veces
botando versos y barcos,
los amantes te rediman
sellando a besos su pacto,
río abajo, río arriba,
todas las lunas del año.